Difusión Difusa

jueves, febrero 23, 2012

Losing My Mind

A esto de los musicales en vivo, llegué a través de Dagoll Dagom y Glups!! en 1983. A ellos les he seguido viendo siempre que han venido a Madrid, y nunca me han decepcionado.

Ayer asistí en el Teatro Español a la adaptación al castellano de Follies de Stephen Sondheim, realizada por Mario Gas.

No sé a quien le costaba arrancar a ella o a mí. Pero una vez dentro y rodando, aquello ganaba cada vez más en intensidad, hasta que llegaba Losing My Mind y a uno le daban ganas de llorar de emoción, sobrecogido por la puesta en escena, la orquestación y la voz de Muntsa Rius.

Nada que ver con la versión que debió verse obligada a realizar Liza Minelli en el 89, encerrada en el acompañamiento machacón e inexpresivo, bastante insufrible, que los Pet Shop Boys utilizan en sus producciones y que tanto gusta a Olvi y Nacho Canut.

La diferencia entre una interpretación que traspasa la materia solida y otra que sólo incita a desear que acabe cuanto antes.



martes, febrero 14, 2012

los caminos del rock

Ayer fué el día internacional de la radio, por lo que rescato uno de esos borradores sin publicar que se acumulan en mi blogger

Hace unos días, de ese pozo sin fondo que es mi ipod, saltó esta versión del Light my Fire.

Mi yo adolescente, gracias a la radio de inicios de los 80, gracias a locutores citados y re-citados tantas veces, conoció muy pronto a los Doors, quizás después de haber caido en las redes de los Stranglers o Echo & the Bunnymen, pero sí antes de saber de esta versión realizada por José Feliciano que, desde que oí por primera vez, siempre me ha parecido una trasposición muy acertada y que me llevó a reconsiderar mi opinión, bastante negativa, del autor del Feliz Navidad y el ¡Ay, Cariño! .

Como me explicó en esos años Guni, el bajista de Asfalto, que durante un tiempo enseñó algo de técnica con el instrumento al, paradójicamente, niño postpunk que fuí, muchos de los que, como él, se sentían atraidos por el rock, supieron de los Doors, precisamente, gracias a José Feliciano, bastante más accesible en la radio y las tiendas de discos de la España nacional católica de finales de los sesenta.

lunes, febrero 13, 2012

el tercer mundo es muy contagioso

Eso me dijo Iván, a través de tuiter, cuando le comenté que, los europeos idealistas, creían haber estado luchando décadas para que, cualquier habitante de la periferia mundial, pudiera disfrutar de lo mismo que cualquier ciudadano medio del viejo continente y, ahora, estabamos comprobando como, en lugar de extender y compartir lo que creiamos derechos universales, los vamos perdiendo a bocados.

Iván es mexicano, vive en Coatepec, Veracruz, y no me pude resistir a retuitear su frase.




 La foto la tome en Oxaca, un mes y medio después de haber escrito esta entrada.

la tos dos veces

Lo que me gusta del blog de Antón Sagarra son sus entradas cortas y su capacidad para verme reflejado en un mundo pretencioso que no deja de ser estrecho, a pesar de que seamos capaces de tocar con la punta de los dedos algunas cosas que a la mayoría de la gente le tienen sin cuidado.

Llegue a él a través de, la hoy perdida, Henar.

miércoles, febrero 01, 2012

Otro recuerdo más


Ozam, ante todo, era poeta. Cuando le conocí, aunque todavía no los había cumplido, ya bromeaba con aquello de que era una joven promesa de cuarenta años. Con el tiempo, mientras iba dejando su obra plasmada sobre el papel, seguía repitiendo la misma broma, pero pasando a ser una joven promesa de cincuenta.

Provenía de una familia sirio-libanesa, precisamente, en aquellos días en que nos conocimos, su madre acababa de fallecer y su padre liquidaba su tienda de muebles para volver a Siria; para reencontrarse con sus orígenes; para recordar, ¿quién sabe?, las causas que le habían forzado a marcharse de allí.

Por esas raíces cercano-orientales, pero a la vez tan mediterráneas, no se podía esperar que Ozam fuera un mexicano prototípico. No, no lo era. Alto, desgarbado de pelo claro, cargado, de pendientes, aretes, collares, gargantillas y pulseras. No intentaba pasar por lo que no era, no aspiraba a ser un señor de aspecto respetable en un mundo de simulación; quizás, él simulaba ser libre en una sociedad encorsetada y primaria, donde para el arribista, o, simplemente, para el que quiere pasar desapercibido, su sinceridad y sus formas, por cierto, siempre elegantes y respetuosas, resultaban incomprensibles. Nosotros, niños postsesentayocho veíamos en él ese aire hippy del que muchos de sus contemporáneos habían renegado, quien sabe si por convencimiento o por la incomodidad de ver reflejado en un espejo los tiempos de sueños no realizados. Pienso ahora, aunque con él lo hablamos varias veces, que nació el mismo año que el subcomandante Marcos, el mismo año que, por ejemplo, Miguel Bosé.

Nunca terminó la carrera de económicas, ni creo que le hiciera mucha falta, sus aspiraciones estaban en otro lado, y gente como yo, que acumula títulos pero no los ejerce, comprendemos la razón que tenía. Fue profesor de Prepa, bachillerato, pero sobre todo, maestro de un montón de gente: los que asistieron a sus clases y los que no acudimos.


En los ochenta anduvo por Europa, vivió en Barcelona y nunca conoció Madrid.
Nosotros, mientras recibíamos, año sí año no, a otros amigos mexicanos, esperamos su llegada en vano. En nuestra casa aterrizaron sus sobrinas veinte añeras, Soraya y Yamili, que, con bastante buen criterio, dejaron sus mochilas en la habitación y se lanzaron a comerse las noches. Apenas las vimos en veinte días. Qué envidia. Ambos querríamos haber sido como ellas.

Creo que a Ozam nunca le falto trabajó, sobre todo del mal pagado, como escritor que era. Fue, y me parece que seguía ejerciendo como tal, corrector de estilo, de hecho, yo mismo, fui su aprendiz en los rudimentos de la profesión y aún conservo sus apuntes con los signos y las abreviaturas que deben utilizarse al corregir pruebas, galeras y galeradas. También fue escritor fantasma, un negro literario, pero sobre todo fue autor, a pesar de los que firmasen por él y se atribuyesen sus logros.

Su vida estuvo marcada por algunos problemas físicos, quizás menores, como la miopía o los ganglios, pero los cirujanos parecieron confabularse contra él y, sus repetidos pasos por el quirófano, y las secuelas que se iba acumulando, resultaron decisivos para agravar su tendencia natural al estoicismo, la introversión y la soledad. Aunque esquivo, acababa sometiéndose a la disciplina social y con su sabiduría empática siempre argumentaba, con humor y solemnidad, desde la supuesta posición de su interlocutor.

A mí, que siempre he sido mal lector de poesía, que nunca he sido capaz de enfrentarme sosegadamente a los versos o, tan siquiera, intentado coger el paso, a veces visceral y quebrado, del poeta, me queda la tarea de releerle y disfrutar de sus palabras.

saber explorar














Una de las sorpresas que te puede deparar el dispositivo móvil que llevas en tu bolsillo, es descubrir galerías tan atinadas como las de adiestroysiniestro.

En ella se puede comprobar una evolución desde las fotos tímidas, que todos hacemos en algún momento mientras jugamos con la cámara de nuestro teléfono, hasta la búsqueda de imagenes de mayor expresividad y contenido, dando un salto cualitativo en el uso de su móvil. Ofreciéndole más, cuanto más exige de él y de sí misma.

statigr.am