En los útimos meses de 2011, me estuvo acompañando el último disco de Parade, Materia Oscura.
Un mensaje de un par de líneas, el 2 de enero, me hizo participe de una noticia trágica y me desveló una situación que a día de hoy se mantiene igual.
De nuevo un hospital, una espera interminable, un deterioro progresivo, una página personal de FB, a la que se acude buscando alguna noticia, y que se convierte en un tablón con mensajes de afecto y esperanza para una persona atrapada en una frontera: la que divide las dos verdaderas caras de la realidad.
Quizás resulte estúpido utilizar algo, en apariencia tan banal e insustancial como una canción pop, para reflejar un momento extremadamente grave y para expresar un estado anímico. El caso es que las circustancias que me envuelven hacen, que al volver a ser ecuchada, pase a ser leida de otra manera, también más grave, pero tan ajustada a la realidad de esa persona, y que se convierta en un vehiculo para enlazar con la preocupación y el desánimo de estas semanas.
La línea que es un abismo es, ahora, la que existe entre un descosido que siempre puede zurzirse y un roto irreparable.
El vídeo encontrado en la red, aunque bien intencionado, es también un desastre. Lo que importa es la canción.
Por casualidad, buscando versiones de Nature Boy, la composición de Eden Ahbez de 1947, me topé con Pomplamoose.
Echando una ojeada a los videos que han ido colgando, desde 2008, en su página en youtube puede comprobarse que, a pesar de la progresiva sofisticación, tanto en el sonido como en la imagen, este duo, persiste en mantener su imagen de grupo de cuarto de estar para público de cuarto de estar.
Dentro de este ecosistema, la sensación de retroalimentación es apasionante. En mi caso, yo los veo a través del monitor de mi computadora multimedia mientras sostengo mi guitarra acústica y ensayo unos acordes, quizá me grabe cuando mejore la iluminación de mi cuarto. Aunque no me veo tan bueno.
Tan social, tan introvertido, tan querido. Cada año recibía su collage de felicitación de Año Nuevo. Cada cierto tiempo, un poemario autoeditado. La última vez que nos dimos un abrazo fue tras una cena, ya inolvidable, en julio de 2010. Hoy permanece mudo e inmovil, esperando que escriba por lo menos el doble de lo que leo. Ozam Yehya La libertad, como ahora su vida, navega contracorriente