Difusión Difusa

lunes, marzo 28, 2011

Si no lo leyó, lealo ahora

Parece que sólo he visto una película. Parece que sólo he leido un libro.
Pero es que que la manera de conducirse de los paises occidentales ante las crisis encadenadas que vivimos se corresponde a la perfección con la imagen elaborada por Thomas Mann en La Montaña Mágica, ambientada en un sanatorio para personas adineradas, en su mayor parte incurables, por lo que una vez ingresadas en esta clínica de lujo, resulta casi imposible que la abandonen con vida.
Una metafora de las sociedades ocidentales, ajenas al dolor extraño pero condenadas ellas, en su aislamiento etnocéntrico, a consumirse en su falso bienestar, que oculta afecciones incurables, observando como el mundo que creían seguro se desmorona.

viernes, marzo 25, 2011

el miedo invisible

Las detonaciones, las bombas, el daño infligido visto a través de la pantalla nos impresiona, nos indigna, pero se difumina en el tiempo.

La radiactividad que se expande por el agua, la tierra y el aire, se integra invisible con la aparente normalidad y eso nos inquieta aún con la tele apagada.

lunes, marzo 21, 2011

Contenida o desatada

Repasando mi colección de discos me doy cuenta que en la música pop más o menos sincera, siempre ha exisitido una doble vertiente, por un lado los cantantes e instrumentistas arrebatadores y, por otro, los que han cultivado el desapasionamiento interpretativo, sin por ello dejar de conectar con el público.
Es interesante comprobar como un mismo tema puede cambiar según se opte por una u otra escuela.
Aquí tenemos a Mina y a Françoise Hardy con la misma música de Ennio Morricone, dejándo claro que es lo que ofrece cada una.

jueves, marzo 03, 2011

Otra vez la culpable

Después de casi tres años vuelvo a encontrame con la culpable.

La culpable que me llevó a Stevie Wonder y la Motown, la culpable que me llevó a Rubén Blades y a la Fania All Stars.

Tan culpable como Juan de Pablos que me llevó Gainsbourg.

pAtRiciAgOdeS

martes, marzo 01, 2011

Niño Cronenberg

Un artículo en la prensa sobre los oscars en el que se aludía al triunfo de lo antiguo frente a lo moderno y la charla ayer con un compañero explicándome que Cisne Negro no le había gustado nada por su ausencia de guión (sic), me hace pensar qué es eso de cine moderno y cine antiguo. Confieso que lo de la falta de guión no lo entiendo, pero me llama la atención que alguien lo considere así, sobre todo cuando, justamente, esta película aguanta muy bien un análisis en funcion de su estructura de planteamiento, nudo y desenlace.

Creo que esta visión tan clásica de la narrativa, hace décadas que fue superada y no, precisamente, para dar lugar a películas inconexas y absurdas, que también las hay (pienso actualmente en alguna de Iñárritu), sino para fundirse en las historias, introduciendo en ellas los procesos mentales y los estados anímicos de los personajes.

Nuestro pensamiento no es en absoluto continuo y diacrónico, sino que pega saltos de un lado a otro, guiado, creo yo, más por las sensaciones y la emotividad que por la razón y la lógica; por tanto creo que eso me hace valorar y paladear con gusto un tipo de narraciones no exenta, a veces, de dificultades, frente a propuestas que pueden ser más digeribles pero son incapaces de mostrar la mayoría de las variables psicológicas que condicionan la interacción con el resto de los individuos.

Así que la línea que conduce a Cisne Negro, no sé si es la de la modernidad, pero sí que es aquella que parte del Perro Andaluz y la Edad de Oro y que, pasando por Hitchcock, lleva hasta Polanski, primero, y luego a Brian de Palma, Cronenberg y David Lynch; una generación de cineastas que anda ya por los setenta años, y de los que el público de la mía ha mamado con bastante naturalidad.

Darren Aronofsky, tiene la habilidad, no sólo de hilvanar los retales recogidos en la películas de los anteriormente citados, sino que, como ellos, es capaz de sumergirnos en nuestros terrores íntimos desencadenados por el enfrentamiento cotidiano con un mundo hostil.

Me temo que Aronofsky, más que moderno, en cualquier sentido que se le pueda dar al término, es sobre todo un niño Cronenberg.